¿Son intocables las embajadas? Las acciones de Ecuador e Israel sientan un peligroso precedente diplomático (2024)

Durante mucho tiempo se ha sostenido que las embajadas deberían ser tratadas como “intocables” para otras naciones. Sin embargo, en una sola semana, dos gobiernos (ambas democracias establecidas desde hace mucho tiempo) han sido acusados de violar, de diferentes maneras, las leyes que rigen las misiones diplomáticas extranjeras.

Primero, el 1 de abril, la embajada de Irán en Damasco fue bombardeada, presumiblemente por Israel, matando a varios comandantes de alto rango de la Fuerza Quds del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán. Luego, el 5 de abril, la policía ecuatoriana irrumpió en la embajada de México en Quito para arrestar a un exvicepresidente que buscaba asilo político. (Lo ocurrido en Damasco desencadenó un ataque inédito de Irán a Israel que estamos reportando en este minuto a minuto).

Ambas acciones han dado lugar a denuncias de violaciones del derecho internacional y acusaciones de contravención de la Convención de Viena, que establece la inmunidad de las misiones diplomáticas.

Como alguien con bastante conocimiento sobre la vida en las embajadas (he trabajado como jefe de misión de Chile en China, India y Sudáfrica, y coedité The Oxford Handbook of Modern Diplomacy), creo que los dos incidentes son preocupantes.

Contrariamente a la famosa ocurrencia del fallecido empresario y candidato presidencial Ross Perot, las embajadas no son solo “reliquias de la época de los veleros”. Más bien, en un mundo cada vez más complejo donde los conflictos geopolíticos, las migraciones masivas, las pandemias y el cambio climático requieren una gestión diplomática cuidadosa y estable, cualquier incidente que erosione la santidad de las reglas de las embajadas podría tener graves consecuencias negativas. En resumen, crean un mundo más peligroso.

Curiosa indiferencia ante el ataque a la embajada

De los dos incidentes recientes, el ataque con bomba contra la embajada iraní es el más grave, ya que implicó la pérdida de vidas y dio lugar a ataques de represalia.

Sin embargo, los países occidentales, cuyos líderes a menudo expresan preocupación por mantener el llamado “orden basado en reglas”, se han mostrado reacios a condenar el acto.

Fue notable que las tres democracias liberales en el Consejo de Seguridad de la ONU, Estados Unidos, el Reino Unido y Francia, se negaran a condenar el ataque a la embajada de Irán cuando se les planteó el tema.

Israel, aunque no reconoció oficialmente su responsabilidad, argumentó que la residencia del embajador iraní no era realmente un lugar diplomático sino "un edificio militar... disfrazado de edificio civil". Como tal, para Israel era un objetivo perfectamente legítimo.

Pero según esta lógica, casi todas las embajadas serían fácilmente vistas como objetivo.

Casi por definición, la gran mayoría de las embajadas —particularmente las de los países más grandes— están pobladas por un número significativo de personal militar y de inteligencia. Sugerir que por esa razón las embajadas deberían perder su inmunidad diplomática y convertirse en objetivos legítimos de ataques armados derrumbaría todo el edificio de la Convención de Viena. Y con ello vendría la estructura en la que se basan las interacciones diplomáticas formales a nivel mundial.

Principios diplomáticos fundamentales

El caso de Ecuador, aunque menos grave porque no implicó pérdidas de vidas, es un poco más complejo y exige un análisis.

En el centro de la disputa diplomática entre Ecuador y México se encuentra el exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glas, quien cumplió cuatro años tras las rejas luego de una condena en 2017 por cargos de corrupción.

Glas ahora enfrenta un juicio por diferentes cargos, lo que motivó su solicitud de asilo en diciembre de 2023 en la Embajada de México. México aceptó la solicitud y la transmitió al gobierno ecuatoriano.

Este último justificó su decisión de enviar policías a la embajada de México porque cree que a Glas no se le puede conceder asilo político porque es un delincuente convicto.


Esta afirmación tiene cierta base: según la Convención sobre el Derecho de Asilo de 1954 de la Organización de los Estados Americanos, no se puede conceder asilo político a delincuentes condenados a menos que los cargos detrás de dicha condena sean de naturaleza política.

Pero al mismo tiempo, el artículo 21 de la Convención de Viena establece que las misiones diplomáticas gozan de total inmunidad y extraterritorialidad, lo que significa que el gobierno anfitrión no tiene derecho a entrar en una embajada sin la autorización del jefe de misión.

Ecuador sostiene que México abusó de su inmunidad diplomática y no le dejó otra opción que enviar a la policía.

Sin embargo, aquí es necesario hacer una distinción crucial.

La inmunidad diplomática y la extraterritorialidad de las misiones extranjeras son principios fundamentales de la Convención de Viena. El asilo político es un asunto aparte que debe abordarse por sí solo.

Como tal, si el gobierno ecuatoriano hubiera considerado que Glas no calificaba para asilo político, podría haber intentado bloquear legalmente la medida o negarle un paso seguro al solicitante de asilo para salir de la embajada y abandonar el país. Sin embargo, México tendría fuertes motivos para contrarrestar tales medidas, ya que según la Convención sobre el Derecho de Asilo de 1954, corresponde al Estado que otorga el asilo decidir si el caso tiene motivaciones políticas.

Independientemente de los méritos del caso de asilo, enviar el equivalente a un equipo SWAT para asaltar la embajada representa una violación deliberada de las normas diplomáticas.

Hay una larga historia de políticos latinoamericanos que solicitaron asilo y pasaron muchos años encerrados en edificios de embajadas porque los gobiernos no les concedían un salvoconducto; el más notable fue el líder peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, que pasó cinco años en la embajada de Colombia, en Lima.

Sin embargo, con algunas excepciones, ni siquiera en los momentos más oscuros de las dictaduras militares de América Latina en las décadas de 1960 y 1970 se permitió a la policía irrumpir en los edificios de las embajadas para arrestar a los solicitantes de asilo.

Y esto resalta lo que hace que las acciones de Ecuador sean especialmente preocupantes.

Precisamente debido a los problemas de inestabilidad política y la tradición de golpes militares de América Latina, las leyes que rodean el asilo político y la inmunidad diplomática son necesarias.

Socavar la Convención de Viena como lo ha hecho Ecuador corre el riesgo de sentar un precedente que otros gobiernos podrían verse tentados a seguir.

El asilo político en América Latina ha funcionado tradicionalmente como una válvula de seguridad, permitiendo a los líderes depuestos salir del peligro.

Debilitar las estructuras diplomáticas existentes que apoyan el asilo hará que el manejo de las crisis democráticas sea más difícil. También corre el riesgo de exacerbar los desacuerdos regionales. Ya estamos viendo esto cuando México rompe relaciones con Ecuador como resultado del asalto a la embajada.

Hacer la diplomacia más difícil

La dictadura de Guatemala atacó la embajada española en la ciudad de Guatemala en 1980 y mató a varios solicitantes de asilo, incluido un exvicepresidente. Y el gobierno militar de Uruguay envió fuerzas de seguridad a la embajada de Venezuela en Montevideo en 1976 para arrestar a un militante de izquierda que había pedido asilo, lo que provocó la ruptura de las relaciones diplomáticas entre los dos países.

Pero esos acontecimientos de un pasado relativamente lejano fueron condenados amplia y acertadamente en su momento como producto de regímenes autoritarios con poco respeto por las convenciones internacionales.

La actitud internacional comparativamente relajada ante las violaciones de las embajadas por parte de Israel y Ecuador refleja, creo, una falta de comprensión de la importancia de erosionar la inmunidad y las normas diplomáticas.

A medida que aumentan los desafíos globales, las embajadas y sus representantes se vuelven más importantes, no menos.

Si la conclusión de los dos últimos incidentes en las embajadas es que la protección de las instalaciones diplomáticas puede ser secundaria a lo que sea políticamente conveniente en un día determinado, entonces será de gran detrimento para la gestión de las relaciones internacionales. La diplomacia será mucho más difícil.

Y dada la enormidad de los desafíos que enfrenta el mundo hoy, eso es lo último que necesita un país.

*Jorge Heine es director interino del Centro Frederick S. Pardee para el estudio del futuro a largo plazo, Universidad de Boston.

Este artículo fue originalmente publicado en The Conversation. Si usted desea leer la versión en inglés puede consultarla aquí.

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